viernes, 19 de septiembre de 2008

VIAJES INFINITOS. CHAPTER VI

Hola piltrafillas malolientes, en un principio iba a escribir un acojonante articulo sobre cine, valorando las proximas pelis de superheroes. Peeeero, ha llegado a nuestra redacción el esperadisimo capítulo de Viajes Infinitos, así que daremos prioridad a nuestro talento novelístico. Sin más preambulo os dejo con el siguiente capítulo.

“¡Señores! ¡Que me lo quitan de las manos!”

Episode VI
: Isidro in Love

Nota del Editor: El siguiente texto ha sido redactado por el propio Isidro Mojara ( a.k.a. “SUPERULTRAMAN”). Debido a las peculiaridades lingüísticas de la prosa del señor Mojara nos hemos visto en la obligación de adaptar ligeramente el mismo a fin de que el lector se entere de algo.

He de admitirlo: nunca he sido el tipo más guapo de la ciudad. Ya desde bien pequeñito me di cuenta de que no era exactamente lo que la gente llama “agradable”. Cuando entro en algún sitio la gente cuchichea y se ríen. Se creen que no me doy cuenta pero sí lo hago. Dicen de mí que soy feo, estúpido y bruto, entre otras lindezas. Puede que haya algo de eso que sea cierto pero no creo que sea como para cebarse conmigo. La verdad, ya me he acostumbrado. Sé que, en el fondo, valgo tanto como el mejor. Pero que yo me tenga a mi mismo en gran estima no ha propiciado todavía que las mujeres quieran mantener una relación, seria o esporádica, conmigo. Ser virgen a los treinta y siete años no es cosa que le desee a nadie. Pero es la suerte que me ha tocado vivir.

Hasta ese día.

Estaba en una misión rutinaria, salvar el mundo. Aunque todavía no entiendo por qué, había que reunir un grupo de tarados por no se qué historia de una profecía. Vamos, la típica tontería que sólo sirve para estirar una historia sin pies ni cabeza que tienen que inventarse los escritorzuchos de tebeos para poder sacar un tomo recopilatorio saca cuartos. El caso es que había que encontrar a una tal MaLoRes. Sobrevolaba la playa, absorto en mis pensamientos (¿alguien sabe cómo meten la crema de cacao en los Bollycaos?), cuando la vi.

Ahí estaba ella. Mentiría si dijese que era la mujer más bonita que hubiese visto en mi vida. Ella estaba tendida, con sus michelines desparramados sobre la arena. El viento, cálido, revolvía su pelo lacio y descuidado. Mi primera impresión, no lo voy a negar, fue de asco. Un poco mareado, me senté en una duna. A duras penas conseguí contener el vómito. De repente, en un movimiento fugaz, cambió de postura y nuestras miradas coincidieron. Aquellos ojos marcados por las ojeras, hundidos por la una vida rica en miserias, me devolvieron una explosión de sensaciones: me había enamorado. Ya daban igual su nariz grande y ganchuda, o sus labios groseros, o su gesto desgarbado, o sus sobacos peludos... esa nena tenía algo que a mí me gustaba. Frunció el ceño y, con esa voz curtida por el whisky suya que me vuelve loco, me dijo:

¿Se puede saber qué coño miras, mandril?.
-Eh, disculpe –apenas conseguía que la boca no se me trabase de la excitación- estaba buscándola... es usted... es usted la señorita MaRoMo, ¿no?.
-Sí, esa soy yo, ¿qué pasa?.
-Verá, es que estoy intentando salvar al mundo de una amenaza terrible y usted forma parte de el entramado cósmico apocalíptico que...
-¿Qué cojones me estás contando?. ¡Joder, no sé que hago para que todos los pirados se fijen en mí!.
-Tranquilícese señorita –me apresuré a decir-. No es ninguna broma, se lo juro por Snoopy. Formamos parte de una profecía o algo así, de verdad, que me lo ha dicho el mismísimo Cordobes..
-¿Cordobés?. ¿El Cordobés?. ¿Conoces a ese viejo canalla?.
-Claro que sí señorita. He venido acompañado por él.
-Ah, pues muy bien. Si el Cordobes quiere verme me verá. ¡Vaya que si me va a ver!. Si se cree que me he olvidado de aquel asunto de Chicago va listo. Llévame ente él, que estoy deseando hacerme una pandereta con su escroto.
-Por supuesto señorita –dije cortésmente-. Súbase encima mío y la llevaré volando.
-No, deja, prefiero ir andando. Así no me verá venir.
-Como guste. Yo me voy a decirle que la he encontrado. Ahora no vemos.
-Vete de una vez tío plasta.

Me encontré con El Señor Cordobes y su banda de chiflados. Me dijo que había que ir a Italia, al Vaticano concretamente, a por el siguiente payaso de la lista. Me hice un poco el tonto, tarea que con la cara que tengo resulta muy convincente, y les vi partir rumbo a su destino. Yo me quedé esperándola. Por supuesto no tenía ninguna intención de acudir a la Santa Sede. Pasó un buen rato hasta que apareció.

-¿Y el viejo? –preguntó jadeante-.
-Ha tenido que marcharse urgentemente.
-¡Mierda!.
-No te preocupes, pronto nos reuniremos con él. ¿Qué te parece si vamos a comer algo mientras tanto?.
-Está bien. Lo cierto –añadió con cara de tristeza- es que ya están empezando a rugirme las tripas.

Me la cargué a las espaldas y nos fuimos volando. Su portentosa masa casi consigue romperme la columna vertebral pero, en ese momento, eso no importaba. Sus senos acariciaban mi espalda dulcemente. A decir verdad, tenía dos domingas magníficas. Eso siempre me ha gustado en una mujer.
La lleve a un restaurante pijo que había visto reseñado en el semanal. Era el sitio más “in” al que podía llevarse a alguien a quien se quisiese impresionar. El sitio estaba hasta los topes. Nada que un buen billete o una hostia bien dada al maître no pudiesen solucionar. La cena transcurrió agradable. Ella trataba de mostrarse seca y distante pero yo sabía que tenía un pastelito delante. La comida no era nada del otro mundo, mucha sofisticación pero poca chicha, aunque los vinos eran suficientemente buenos como para hacer la conversación más animada y distender el ambiente. Pagué con la tarjeta de los Vengadores. Sé que esos fondos están disponibles para ayudarnos económicamente en nuestra lucha contra el crimen en casos de emergencia pero, creedme, eso era una emergencia. Y si esos precios no eran un crimen que baje Eisner y lo vea. Cuando salimos el sol se había escondido y a la luz de los neones estaba especialmente sexy. Yo me estaba poniendo especialmente berraco.

-Bueno, ¿y ahora qué? –preguntó ella-.
-Yo había pensado que podíamos ir a mi casa. Ya sabes, tomar una copa, charlar, ponernos cómodos...
-¡Tú lo que quieres es llevarme al huerto! –exclamó, visiblemente irritada-. ¿Te crees que soy imbécil?.
-No, por favor, ni mucho menos. Creí que sería buena idea, eso es todo.
-¡Y una mierda!. Para que lo sepas no soy una zorrita facilona... a pesar de lo que hayas podido oír por ahí.
-No digas esas cosas tan horribles. No son ciertas. ¡Te quiero!.
-¡Mentiras, siempre mentiras!. Seguro que lo único que quieres es saber cómo sería montárselo con una tía tan fea como yo. ¡Y hasta querrás ponerme una bolsa de basura en la cabeza para no tener que verme la cara mientras lo hacemos!. ¡No sería la primera vez!.
-Para mí eres la mujer más... en mi vida había visto a alguien tan... Bueno, que eres una tía especial, y eso me vuelve loco.
-Isidro, no me hagas esto –comenzó a sollozar-. Los hombres me han hecho mucho daño.
-Amor mío, yo no soy como el resto de los hombres.
-¡Oh,Isidro!.

Sus párpados cayeron lentamente. Nuestros pechos se arrimaron. Mis labios, contraídos, se acercaron a los suyos. En ese mismo instante mis súper oído detecto una voz familiar que me decía:

-¡Supermegaman, cabrito, dónde te has metido!.

La llama de la pasión era intensa pero un verdadero superhéroe sabe cuando el deber le llama. Esa es mi maldición. Cogí a mi amada y salimos disparados a velocidades ultrasónicas. Pero ya era demasiado tarde. Cuando llegué los cadáveres de mis compañeros teñían de rojo el suelo. Sólo quedaba El Cordobes, horriblemente mutilado, gritado furiosamente:

-You maniacs!. You blew it up!. Damn you!. God damn you all to hell!.

TO BE CONTINUED…

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